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¿Ya tenés brevet?

Empezó con una simple pregunta. Me encontré con Hernán en el casamiento de mi primo y cruzamos unas breves palabras sobre el curso de navegación que habíamos hecho.
Un rato después, mi prima me dijo de salir a navegar el domingo y dije que sí sin dudarlo. Las peripecias de cómo entré al club las omito ya que no vienen al caso.
Fue así como aquel domingo me encontré en mi primera salida a navegar no como alumno, sino como timonel (es decir, si pasaba algo era mi culpa).
Hicimos todo el papeleo, verificamos que hubieran todos los elementos de seguridad necesarios y a la una estábamos saliendo del puerto en el Avan 660. O intentando, ya que no teníamos motor y en el canal no hay mucho viento.
Todo iba muy bien: teníamos viento, sol y pocas olas. Cali, Cacu y Jose tomaban sol en popa y proa mientras Hernán y yo nos encargábamos de mantener el rumbo.
Se nos pasó la hora de comer y decidimos hacer la maniobra de capa para que el barco se quede quieto. Muy fácil. Las chicas se tiraron al agua y después de unos minutos subieron.
-¿Hay ancla?- preguntó Hernán, y ahí comenzó todo.
-¿para qué? Si estamos en capa- pregunté.
-Para probar...
-Ok bueno, a ver...acá esta.
-Tirala.
¡Pluc!
Olvidando la maniobra, el ancla la tiramos por popa. La cadena se hundía con el ancla danfort y ahora se veía correr el cabo. Finalmente hubo tensión, pero el ancla garreaba.
-Che, las velas están izadas todavía, están llevando el barco para el otro lado- dije. 
Arriamos las velas pero la corriente nos llevaba todavía.
-Meté el ancla- dijo Hernán.
Saco el ancla del agua y comienzo a izar la mayor pero ya no llegaba al tope.
-¡Dale tira!- me grita Hernán
-No puede más.
-¡Pero tirá fuerte!- me dice un poco más alterado.

No hubo caso, la vela no izaba más y se quedó ahí. Propuse poner un rizo para que la botavara hiciera algo de tensión y poder usarla de barrilete al menos. Quedó un mamarracho. La mayor estaba en pérdida y básicamente navegábamos con la de proa.
Poco después divisé el Alpha 25 en el que aprendí a navegar ("aprendí" es una manera de decir, obviamente me falta mucho todavía) con su capitán de los domingos, que miraba al pequeño Alibabá en el que estábamos, intentando descifrar qué era lo que habíamos hecho con la vela y sacando una foto como registro de lo que no hay que hacer.

Llegó mi turno de timonear, pero después de una hora seguíamos en el mismo lugar. Una puteada más. Pero no era mi culpa. La Catedral no se movía, con viento y corriente en contra más una vela mayor que no ayudaba mucho era bastante difícil avanzar.
En la otra mano hay más.
Decidimos comer como se pudiera. Preparamos unos chegusanes y las chicas, desconfiando de las habilidades del capitán y su primer oficial, pero a la vez despreocupadas, se tiraron de nuevo al río. Se pusieron a tomar sol en popa, a escuchar música, mirar chicos de otros barcos y también romper un poco las pelotas. Eran casi las cinco de la tarde, el agua potable se había acabado y hacía media hora que estábamos volviendo al puerto.

El copick estaba libre, y finalmente encontramos la razón por la que la vela no izaba: muchos cabos que nunca sabremos cómo llegaron a la botavara. Con ayuda de la bombilla del mate desatamos todo, cazamos la mayor y la de proa y estábamos listos para ir a toda velocidad. Solo faltaba una cosa: viento. El río estaba muy tranquilo, solo quedábamos algunos pocos, la mayoría fondeados.
Mis manos estaban llenas de ampollas, me ardía todo por haber estado tanto al sol pero el lugar era el mejor. Un atardecer en el río, en silencio y tranquilo, era uno de esos en los que uno dice "qué lindo sería tener una picada ahora".

Llamamos al club. No llegábamos a las seis a devolver el barco, pero no atendían. Había que volver como fuera. Pero al rato apareció la lancha y vio que estábamos bien así que siguió.
20:09 hs
Dos horas después tuvimos que pedimos a alguien de mayor eslora que volvía a motor que nos remolcara porque eran las ocho y media, ya casi no había luz, los mosquitos empezaban a picar y no queríamos pasar la noche en el río. Tiramos un cabo y nos remolcaron, con la estropada llegamos al muelle.
Los mosquitos eran muchos más en tierra,  y había que guardar las velas y poner la carpa. A las nueve y media y después de ocho horas terminó el día.


Aprendí que Hernán se preocupa mucho, y creo él aprendió que yo muy poco. Tardamos un rato en darnos cuenta. Si me desvío dos grados del curso, vuelvo. Hernán no se desviaba directamente. Tenía un rumbo bien marcado y estaba atento a seguirlo. Supongo que es cuestión de acostumbrarse a navegar con alguien nuevo, no todo es tan coordinado como cuando salís con los que hiciste cinco meses de curso. Por momentos fue difícil, pero lo repetiría todas las semanas. Para la próxima ya tengo un montón de cosas que sé que no hay que hacer.

Si sos alguno de los que navegaron el 9/12/12 y viste ese barquito con la mayor muy mal, sabé que lo sabíamos.

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